viernes, 13 de marzo de 2009

La Política en el siglo XXI

Reflexión sobre la actividad política en el siglo XXI y el papel de la ciudadanía al respecto:
http://gomezpuerto.blogspot.com/

IPC ó Colesterol

El Equipo Económico de este Gobierno, del anterior y de todos los que hasta hoy han sido, se pasan las legislaturas luchando contra la subida de los precios. El maldito IPC. Uno deduce, entonces, que el aumento del precio de las cosas es "malo". Digamos que podría equipararse al "colesterol de la economía".

Otras corrientes sociales, igualmente, pregonan desde hace décadas las maldades del "consumismo", la obsesión por comprar cosas consideradas supérfluas, o desechar las que ya tenemos por el simple snobismo de ostentar "lo último en" cualquier novedad que asome al mercado.

Uséase, interpretado según lo pintan, tanto el consumo irracional como la inflación, son técnicamente desaconsejables para la salud social y económica del país.

De esta simple reflexión me saca, como siempre, los titulares de la prensa. Y me asusto. Y me perplejo. Y me pregunto quién y porqué se le ha dado vela en este entierro a tanto manipulador, a tanto liante, a tanto zampabollos como medra en las tribunas periodísticas y políticas, a tanto pajillero del ultraliberalismo económico.

Los titulares vienen a decir que la caída del consumo ha frenado en seco la subida del IPC, amenazando con situarlo incluso en índices de crecimiento negativos. Y me imagino a quién perjudica la cuestión. Seguramente, entre otros, a quienes nos vendieron que 80 pesetas eran justamente 80 céntimos de euro.

Es decir, que para una vez que mi dinero vale más porque muchos artículos están bajando de precio, tengo que cabrearme tanto o más que cuando en todos estos años en que mi empresa ha aumentado mi sueldo en una proporción inferior al dichoso IPC, con lo cual el precio de mi trabajo se devalúa.

Pues va a ser que no. A no ser, claro está, que un economista solvente y acreditado demuestre ante notario que el IPC es como el Colesterol: que hay uno bueno, y otro malo.

Menos mal que en este país no hay de éso. Economistas solventes y acreditados, digo.