sábado, 21 de marzo de 2009

Decepcionado con lo/as político/as actuales (insisto)



http://gomezpuerto.blogspot.com/

Como ciudadano estoy decepcionado con el funcionamiento de la actividad política institucional. Hace algún tiempo que ya no milito formalmente en fuerza política alguna. Abandoné a la que pertenecía cuando comprobé en las últimas elecciones municipales la forma personalista y caprichosa de conformar una candidatura electoral, al margen de criterios de capacidad o compromiso político, siendo la mera afinidad personal a la persona que encabezaba la formación el único “mérito” decisivo y determinante. Ahora estoy más convencido aún de lo acertado de mi decisión de abandonar esa fuerza política.

Pero esa experiencia no quiere decir que no me interese la política (con letras grandes), actividad que considero muy necesaria para profundizar en los valores democráticos, para ayudar a que en la gestión de los asuntos públicos se trabaje con el objetivo de conseguir la igualdad real y efectiva entre los ciudadanos, y para que se desarrollen acciones de solidaridad con las personas que sufren el desempleo y/o la pobreza, consecuencias de un sistema económico, en su versión neoliberal del siglo XXI, que sólo tiene en cuenta el beneficio y la “rentabilidad económica”, y que parte del nefasto presupuesto ideológico de considerar a las políticas sociales como un gasto, y no como una obligación de todo Estado Social, como es el Español desde 1978.

La sensación que tengo es que muchas de las personas que se dedican de manera profesionalizada a la política (muchos de ellos con más de 20 años de cargo público) tienen como actividad diaria la generación de crispación y el debate estéril. E incluso, llegan a poner en cuestión el trabajo de los jueces cuando no le es favorable. Así no se fomenta la democracia, sino el hastío del ciudadano. Los políticos y políticas deberían abandonar actitudes de bronca permanente, ser más educados y equilibrados en el uso del lenguaje, y explicar a los ciudadanos de manera divulgativa las soluciones a sus problemas.

En definitiva, la política es una actividad muy noble y necesaria. La representación de la ciudadanía en las instituciones es pieza esencial de la actual democracia representativa. Pero la forma actual de hacer política está caduca, es decimonónica en sus formas de ejecución. En el siglo XXI, hay que avanzar hacia nuevas formas de participación, a nuevos espacios políticos más creativos y menos rígidos, más transparentes y democráticos, en los que las nuevas tecnologías de la información y comunicación se utilicen para garantizar la verdadera y efectiva conexión entre el ciudadano y los responsables políticos.
Así, cada vez hay más políticos y responsables institucionales o empresariales que utilizan las redes sociales virtuales (blog, etc.) como instrumento de comunicación con el ciudadano. Este debe ser el camino a profundizar, para hacer más profunda la participación democrática real y constante, y no sólo cada cuatro años.

¿Cómo se justifica esto?

Línea Editorial Básica del Blog ante la Iglesia

Un ejemplo de opinión sobre un tema actual de la iglesia es el mural del lince y el bebé que podría ser como este:

En verdad el cartel de la iglesia está lleno de equívocos mal intencionados. Contraponer dos formas de vida tan diferentes ambas de tanta belleza y a su vez equipararlas a un momento del desarrollo de la vida en la que no están claramente ni el felino y ni el bebé, es jugar con las imágenes y con las realidades.

El problema de la iglesia es de predicar con el ejemplo. Existen dos realidades de la iglesia a las que no somos ajenos los ciudadanos, la institución en sí y sus creyentes, como dirían en política sus bases cristianas. El sacerdote de a pié es consciente y tiene los pies en la tierra de los problemas de la sociedad. No creo que un creyente que vea morir de sida esté de acuerdo con las manifestaciones del Papa. Esto lo provoca la falta de democracia en la institución eclesiástica. Existe miedo para ser crítico con el poder de la curia romana. Si se introdujeran mecanicismos democráticos quizás la iglesia, sus seguidores y todos saldríamos ganando.


Lo que acabo de escribir es un ejemplo de opinión en este caso personal sobre el ínclito cartel que afecta directamente a la Iglesia ante los valores que nos quieren imponer. Estas opiniones vertidas por mí enfocan un problema de abuso de manipulación publicitaria, con cierta argumentación respetuosa pero a la vez crítica con la iglesia. Ahora bien nosotros en el blog escribimos con cierta frecuencia nuestros puntos de vista religiosos mayoritáriamente críticos con el proceder de la iglesia, tanto a nivel local como en este caso del aborto, a lo más alto de la iglesia en la figura del Papa. Pero estas opiniones críticas yo las entiendo como un contrapeso correcto y equilibrado a unos comportamientos, manifestaciones e influencias sociales de tipo político, cultural o del orden que sea de la iglesia por su gran capacidad de influencia. Personalmente no siento un rechazo contra la iglesia por sí misma es respetable en lo que de valor tiene.

Ahora bien, la iglesia durante siglos ha ejercido una influencia enorme sobre la ciudad de Córdoba. Vemos continuamente manifestaciones de ella por las calles, su arquitectura, sus sucursales de ahorro, sus hermandades y cofradías, etc. Yo entiendo que nuestra actitud en el blog debe seguir una determinada Línea Editorial Básica debe ser primeramente de respeto hacia los creyentes, pero a partir de aquí, ser críticos no por hacer daño aunque nos lo hagan, sino siempre buscando el lado constructivo, es decir aportando ideas alternativas, caso ejemplo, el propuesto hace unos días por Casandra en Quizás una Solución. Por otro lado nuestra Linea Editorial Básica, debiera ser por ejemplo, si vemos que se atacan, o creemos que se atacan valores sociales ajenos a lo religioso, nuestra actitud ha de ser de defensa como es lógico pero sin caer en la vulgaridad y el adjetivo fácil, argumentando para poner en valor nuestra autoridad moral y ética. Procurando demostrar mayor altura intelectual al saber razonar y hacer ver la realidad afectada desde un prisma más humano, social y constructivo a ser posible superior a las razones de la iglesia.

Lo que pretendo decir es que siendo libre cada uno de escribir lo que quiera en el blog, si aspiramos a ser algo más que un simple medio de escritura y buscar la categoría de medio editorial periodístico digital, debemos armarnos de una Línea Editorial Básica que respete y nos hagamos respetar en la ciudadanía cordobesa por lo que aportamos más que por lo que rechazamos.

Por una vida más frugal

En el origen de la grave crisis actual hay una nueva manifestación de la desmesura, de la búsqueda infinita de omnipotencia. Las empresas y entidades financieras han estado persiguiendo obtener unos beneficios en crecimiento perpetuo. En esta búsqueda incesante del "cada vez más", los mercados existentes no bastaban, y hubo que crear mercados incluso donde no existían. Las consecuencias de todo ello en la economía real serán por desgracia de amplio alcance, y afectarán especialmente a los más débiles. Como consecuencia de esta crisis, la mayoría de nuestros dirigentes, antes neoliberales, de repente parecen haber descubierto a Lord Keynes. Pues bien, ¿qué es lo que Keynes nos dice? "La dificultad no es tanto concebir nuevas ideas como saber librarse de las antiguas".

Eso es lo que pretende el movimiento del "decrecimiento", que propone una crítica constructiva, argumentada, pluridisciplinar, de rechazo de los límites que constriñen nuestras sociedades contemporáneas, para así poder liberarnos de ese "cada vez más". La filosofía del decrecimiento trata de explicar que en muchas ocasiones "menos es más".

¿Qué es exactamente lo que está ocurriendo en nuestros días? No estamos padeciendo una crisis sino un conjunto de ellas: crisis ecológica (energética, climática, pérdida de la biodiversidad, etcétera); crisis social (individual y colectiva, aumento de las desigualdades entre las naciones y en el seno de las mismas, etcétera); crisis cultural (inversión de valores, pérdida de referentes y de las identidades, etcétera); a lo que ahora se añade la doble crisis financiera y económica. Todas ellas no son crisis aisladas, sino más bien el resultado de un problema estructural, sistémico: cuyo origen está en la desmesura, en la búsqueda obsesiva del "cada vez más".

¿Qué se puede decir sobre la crisis económica desde el punto de vista de quienes somos "objetores al crecimiento"? Que nadie se equivoque, porque decrecimiento no es sinónimo de recesión. Tal como escribí hace más de dos años: "No hay que elegir entre crecimiento o decrecimiento, sino más bien entre decrecimiento y recesión. Si las condiciones ambientales, sociales y humanas impiden que siga el crecimiento, debemos anticiparnos y cambiar de dirección. Si no lo hacemos, lo que nos espera es la recesión y el caos".

Ahora hemos entrado en recesión, pero que nadie se confunda, no en una sociedad de "decrecimiento". Para empezar, no hemos cambiado nuestra organización social, y en la actual organización todas las instituciones y mecanismos redistributivos se nutren de la idea del crecimiento. En una sociedad así, cuando el crecimiento falta, la situación es inevitablemente dramática. El decrecimiento es algo totalmente distinto. Significa crecer en humanidad, esto es, teniendo en cuenta todas las dimensiones que constituyen la riqueza de la vida humana.

El decrecimiento no es un crecimiento negativo, ni propugna tampoco una recesión ni una depresión; sería ridículo tomar nuestro sistema actual y ponerlo del revés y de esa manera intentar superarlo. El decrecimiento supone que debemos desacostumbrarnos a nuestra adicción al crecimiento, descolonizar nuestro imaginario de la ideología productivista, que está desconectada del progreso humano y social. El proyecto del decrecimiento pasa por un cambio de paradigma, de criterios, por una profunda modificación de las instituciones y un mejor reparto de la riqueza.

Es claro que el crecimiento económico pretende aliviar la suerte de los más desfavorecidos sin tocar demasiado las rentas de los más ricos, para no enfrentarse a su reacción política. En ese sentido, el decrecimiento pasa necesariamente por una redistribución (restitución) de la riqueza.

En un mundo de recursos limitados, las cosas no pueden crecer de manera indefinida. Por eso, "la objeción al crecimiento" habla de la necesidad de compartir, el regreso de la sobriedad, en particular para aquellos que sobreconsumen. Hacemos nuestras estas palabras de Evo Morales, presidente de la República de Bolivia, que el 24 de septiembre de 2008 afirmó en la Asamblea General de las Naciones Unidas: "No es posible que tres familias tengan rentas superiores a la suma de los PIB de los 48 países más pobres (...) Estados Unidos y Europa consumen de media 8,4 veces más que la media mundial. Es necesario que bajen su nivel de consumo y reconozcan que todos somos huéspedes de una misma tierra".

Hay que acabar con la idea de que "el crecimiento es progreso" y la condición sine qua non de un desarrollo justo. El crecimiento es adornado por sus defensores con todas las virtudes, por ejemplo en materia de empleo. Sin embargo, como dijo Juan Somavia, director general de la OIT, en su informe de enero de 2007: "Diez años de fuerte crecimiento no han tenido más que un leve impacto -y sólo en un pequeño puñado de países- en la reducción del número de trabajadores que viven en la miseria junto con sus familias. Así como tampoco ha hecho nada por reducir el paro". En efecto, los beneficios empresariales han sido tan enormes que ni siquiera un crecimiento fuerte ha podido crear empleo, de ahí la persistencia del paro. La recesión agrava brutalmente este problema. Pero es ilusorio pensar que, para que todo el mundo tenga trabajo, lo que hay que hacer es restaurar el crecimiento económico y aumentar cada vez más las cantidades producidas; esta sobreproducción no tiene ningún sentido, no consigue el pleno empleo y, encima, compromete gravemente las condiciones de supervivencia del planeta.

Volvamos a Keynes, aunque no el que relanza las economías desfallecientes gracias a la intervención del Estado, sino al que escribía en sus Perspectivas económicas para nuestros nietos (1930) que sus nietos (es decir, nuestra generación) deberían liberarse de la coacción económica, trabajar 15 horas semanales y tender a una mayor solidaridad que permitiese compartir el nivel de producción ya alcanzado. No hacerlo así, según él, nos llevaría a caer en una "depresión nerviosa universal".

La filosofía del decrecimiento hoy dice que debemos trabajar menos para vivir mejor. No tener la mira puesta en el poder adquisitivo (que a menudo es engañoso y reduce al hombre a la única dimensión de consumidor), sino buscar el poder de vivir. Se trata de cambiar la actual organización de la producción y repartir mejor el trabajo: utilizar los beneficios obtenidos para que todos trabajen moderadamente y todas las personas tengan un empleo. Esta reorganización debe ir acompañada de una revisión de las escalas salariales. No es aceptable que algunos empresarios ganen varios centenares o miles de veces más el salario de sus propios trabajadores.

Reducir la cantidad de trabajo permitiría asimismo que pudiésemos llevar una vida más equilibrada, que nos realizáramos a través de cosas que no sean la sola actividad profesional: vida familiar, participación en la dinámica del barrio, vida asociativa, y también actividad política, práctica de las artes...

Un modo de vida más frugal, que se tomara en serio los valores humanistas y tuviese en cuenta la belleza, conduciría a producir menos pero con mejor calidad. Una producción de calidad pide habilidad y tiempo, y ofrecería empleos numerosos y más gratificantes. Supone no recurrir sistemáticamente a la potencia industrial (exige sobriedad energética) lo cual mejoraría la necesidad de fuerza de trabajo (como se observa al comparar la agricultura intensiva, muy mecanizada, gran consumidora de petróleo pero parca en mano de obra, con la agricultura biológica). De esta manera, quizá también se pudiese equilibrar mejor trabajo intelectual y trabajo manual, y combatir al mismo tiempo la epidemia de obesidad que padecen nuestras sociedades demasiado sedentarias.

Devolver el protagonismo a la persona, restaurar el espíritu crítico frente al modelo dominante del "cada vez más" y abrir el debate sobre nuestra forma de vivir y sus límites, saber tomarse tiempo para mantener una relación equilibrada con los demás, ése es el camino que propone la filosofía del decrecimiento. Se trata de sustituir el crecimiento estrictamente económico por un crecimiento "en humanidad". Es una tarea estimulante, un desafío que merece la pena intentar.

Nicolas Ridoux es autor de Menos es más. Introducción a la filosofía del decrecimiento (Los Libros del Lince).

Artículo de Opinión de hoy en EL PAÍS.

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