miércoles, 11 de marzo de 2009

“Los transgénicos no evitan el hambre”

DIAGONAL entrevista a Vandana Shiva, activista que desde los años setenta lucha por la soberanía alimentaria y los derechos de los campesinos y de las mujeres.


DIAGONAL.: ¿Cómo ha afectado el cultivo de jatrofa (pequeño arbusto oleaginoso para agrocombustibles) en la crisis alimentaria?

VANDANA SHIVA: En la India dicen que la jatrofa sólo se promueve en zonas tan áridas que no podría plantarse otra cosa, así que supuestamente no amenaza la seguridad alimentaria. Pero eso no es cierto. Desde Navdanya hemos elaborado un estudio que analiza los grandes cultivos de jatrofa en los estados de Maharashtra, Rajastán, Chhattisgarh que demuestran que estos cultivos están desencadenando una crisis alimentaria en la zona, además de un problema de acceso a la tierra. En el estado de Rajastán están modificando las leyes para convertir tierras comunales, tradicionalmente de pastoreo, en cultivos de jatrofa. Hemos hechos un estudio que demuestra que la toxicidad de esta planta se extiende por el aire. El objetivo en la India es plantar 11 millones de hectáreas de una planta tóxica, lo que significa que estás dejando esa tierra desertizada. Además, la jatrofa representa un riesgo para los niños, que cogen los frutos, se los comen..., algunos se ponen enfermos o mueren. Es un sistema absurdo, tenemos más de 200 tipos de árboles y arbustos oleaginosos que podrían proveer energía localmente sin poner en peligro la seguridad alimentaria.

D.: Las industrias de la biotecnología afirman que los transgénicos han ayudado a aumentar la productividad en países como China o la India, mitigando los efectos de la crisis alimentaria.

V.S.: El único cultivo modificado genéticamente que tenemos en la India es el algodón BT. La gente no se come el algodón: lo usa para vestirse. Es muy característico de la industria de la biotecnología hacer asociaciones absurdas y llamarlo ciencia. Otra manipulación son las cifras de las exportaciones. En realidad India está exportando a costa de su industria local porque el 80% del algodón va a China, donde hacen ropa barata para la India, para España, para vender aquí y allá. Mientras, nuestros campesinos se suicidan por el precio de las semillas de algodón modificadas genéticamente. El algodón BT no sólo no aumenta la productividad sino que además es mucho más caro. Las semillas tradicionales de algodón costaban siete rupias por kilo, mientras que el de algodón BT cuesta 17.000 rupias. Además se supone que estas semillas están modificadas para controlar plagas, pero lo cierto es que crean otras nuevas, lo que conlleva un incremento del 30% en el uso de pesticidas. Y estos son datos recogidos en el campo, basados en los campesinos, no en los informes que los altos ejecutivos de Monsanto ojean desde su despacho en Londres o Bonn. Las exportaciones de algodón en la India han caído un 50% ¿y todas las grandes multinacionales de la agroindustria habrán perdido también un 50%? No. Porque el comercio y la producción ya no están relacionadas, por eso hay una crisis alimentaria. Han sido estas multinacionales las que nos han llevado a la crisis alimentaria, las que han especulado, las que no han dejado que la comida fuera accesible para las personas. El cultivo de algodón BT se está extendiendo tanto porque Monsanto se asegura de que no exista otro tipo de semillas, destruye cualquier suministro alternativo. Presionan a instituciones y gobiernos para que dejen de cultivar, de conservar, así que no existe ningún banco público de semillas. Además, engañan a los campesinos para que no intercambien semillas. Les ofrecen una variedad nueva con promesas de alto rendimiento y dinero y el campesino acepta, pero no se da cuenta de que Monsanto ha hecho lo mismo en cada pueblo, en cada Estado, hasta que de pronto hay grandes áreas que dependen del algodón BT de Monsanto.

Realmente, no es algo que esté basado en la elección de los campesinos sino en destruir su capacidad de elegir. En la India, en los lugares en los que se cultiva el algodón BT es donde el índice de suicidios es más alto. Más de 200.000 campesinos se han suicidado en los últimos 10 años.

D.: La mujer, a pesar de ser la guardiana de la biodiversidad, es la que más sufre las consecuencias de los cultivos transgénicos.

V.S.: Desde que las semillas están en manos de las mujeres, se convierten en sus guardianas y no hay ni muertes, ni suicidios. La globalización amenaza a las mujeres con cargas muy sangrantes. La primera es el asunto de los suicidios de los hombres. Mientras las mujeres se quedan en el campo, los hombres visitan las ciudades y se encuentran a los agentes de la compañía de semillas que les dicen “usa esta semilla milagrosa que te va a hacer rico”. En estas semillas no hay ninguna etiqueta que te diga que eso es ingeniería genética, así que tras dos años cultivándolas el campesino ha contraído una deuda tan grande que va a perder su tierra. Y es justo ese día cuando se bebe el pesticida. Entonces alguien encuentra el cuerpo y le dice a la mujer: “Tu marido está tirado en el suelo junto a una botella de pesticida”. Y en ese momento los agentes de las empresas de semillas, los nuevos prestamistas, empiezan a visitar la casa para cobrar la deuda. Las cargas más terribles de la globalización recaen sobre la mujer que, además, nunca ha participado en la toma de sus decisiones.

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